En tus escritos a menudo aparecen imágenes de niños, de la infancia, la infancia robada, abolida, imaginada, con la magia que debería atravesarla, sin embargo demasiado a menudo obligada a callar. ¿Nunca has escrito textos para niños?
He escrito un par de libros para niños pero no estoy satisfecho porque la literatura para niños no alcanza nunca la magia de las voces de los niños, por lo que es mejor escuchar a un niño antes que hablarle. Yo escucho mucho a los niños: son sorprendentes, sobre todo hasta una cierta edad, porque tienen mucha magia, son todos poetas o pintores. Son impresionantes los niños, desde los tres a los cinco años son todos genios a todos los niveles sociales.
Deberemos descubrir qué sucede con esta energía creadora que se transforma. En su autobiografía George Bernard Shaw dice una frase que, quién sabe, quizás es una indicación; dice: "A los siete años tuve que interrumpir mi educación para ir a la escuela".
Nuestro mundo corre peligro de perder la magia de la infancia, su energía creadora, quizás ha olvidado también la tensión, la fuerza constructiva de la utopía...
"Ella está en el horizonte" dice Fernando Birri. "Me acerco dos pasos y ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos, y el horizonte se desplaza diez pasos más allá. A pesar de que camine, no la alcanzaré nunca. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve para esto: para caminar". "La utopía sirve para caminar", pero hay otra utopía que es la del poder negativo que nos querría hacer vivir sin caminar, quizás se deba decir que dejaremos de morir y reanudaremos con fuerza el camino cuando renunciemos al poder... Creo que el mejor de mis días es aquel que debe todavía venir. La cosa más bella de la vida es la capacidad de sorpresa. Las cosas que suceden cuando nadie lo espera no son siempre malas noticias, a veces son cosas muy bellas, y este es un modo, un mensaje de la vida para decirnos que vale la pena, que vale la pena esperar estas noticias. Es normal que sea difícil, que haya momentos en que nos caemos, nos levantamos y volvemos a caer. Estos son tiempos difíciles, muy difíciles, pero no hay que tener miedo, no hay que amedrentarse. Debemos saber que no es real sólo la realidad que conocemos, que es real también la realidad de la que tenemos necesidad, que es tan real como la otra, porque está dentro de la panza de la otra. Años atrás visité en Venezuela, sobre el lago Maracaibo, a mi amigo pintor Vargas. Este pintor era también un carpintero analfabeto, era un artista con un talento extraordinario: nació, creció y murió en el mismo lugar, aquel lugar tan deprimente, horrible, que se llama Cabimas. Cabimas fue por mucho tiempo la fuente principal de petróleo de todo el occidente, un tesoro de petróleo que dio millones de dólares a las compañías y a las industrias. Se trataba de un lugar oscuro, tristísimo porque el petróleo había matado todo lo que había tocado, no había más verde en Cabimas, todo tenía el color del petróleo, no había pájaros, no había árboles, no había peces vivos en el agua. Era un cementerio, todo gris o negro... Bien, a pesar de los grises y los negros, el pintor que vivía en este lugar pintaba con colores vistosos, pintaba árboles llenos de hojas, pájaros de dimensiones enormes. Un mundo completamente loco hecho de una estrepitosa alegría de la imaginación. Vargas murió, y sus obras se venden ahora muy bien en las galerías de arte más importantes del mundo como "expresión de la exuberante naturaleza latinoamericana". Vargas es la prueba de que estamos en una tierra besada por los dioses porque tenemos esta naturaleza particular. Vargas murió en la miseria, el pobre no tenía idea del valor de lo que hacía. Yo le decía: "Vargas, tu eres un pintor realista" y él, que no sabía mucho de la historia del arte: "Ah, ¿soy realista?" "Sí", le decía yo, y él: "Ah, bueno". El aceptaba esto, lo creía verdaderamente, porque Vargas no pintaba la realidad que conocía, sino la realidad de la que tenía necesidad y por eso era un pintor realista. Esto lo creo profundamente.
(Fragmento de una entrevista realizada a Eduardo Galeano para la revista italiana Una Città, septiembre 2005, pueden leer el texto completo de la entrevista, traducida por Ricardo González-Bertomeu, haciendo click AQUÍ.)
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