miércoles, 10 de octubre de 2007

Algunos años atrás...

Miguel Prandelli no era precisamente el mas alegre de nuestros compañeros, tampoco era un malhumorado, tal vez algo irritable, pero convengamos que si algo podría haber identificado a nuestro curso eso era nuestra irritabilidad grupal.

Teníamos nuestras razones, debido a algunos hechos aislados cada vez que pasaba algo en el colegio, desde un foquito quemado hasta la rotura de un ventanal, nuestro curso era la primera escala para los interrogatorios de rigor.

Pero volvamos a Prandelli, le decíamos El Flaco Prandelli o simplemente Flaco, un idiota que por ser dos años mayor se creía un vivo una vez lo llamó Flandelli, el Flaco le interrumpió la carcajada con un certero golpe en la boca del estómago.

El tema es que Prande, como yo le decía, al ver que siempre eramos los principales sospechosos de todo lo que sucediera en el colegio decidió que era una injusticia, le indignaba que siempre nos acusaran de cosas que no habíamos hecho.

Por eso Prande, Vázquez, Hermida y yo tomamos cartas en el asunto, empezamos tímidamente cambiando los marcadores de pizarra por otros indelebles, publicamos el teléfono del colegio en el rubro 59, reemplazamos el cartelito de la puerta del rector por el que estaba en el baño, cambiamos el cassette con el himno por uno de Pescado Rabioso, pusimos sillitas de la sección primaria en el salón de profesores y le llenamos de detergente todas las pipas del vicerector entre otras cosas, como por ejemplo la misteriosa desaparición de papel higiénico y jabón de los baños de profesores.

Jamas nos reímos tanto, fue una época divertida, sin embargo el Flaco no reía, claro que con sus comentarios sarcásticos lograba que termináramos todos a carcajada limpia en el piso, no muy limpio que digamos, pero él, ni ja.

El 9 de octubre de 1992 mientras se hacía una feria en el colegio por el día de la razia (sí, razia) y sintiéndome rodeado de tontos que repetían el cassette mental de "Cristóbal Colón sostenía que la Tierra era redonda y no plana" me dirigí al jardín, y ahí contra un árbol me lo encontré al Flaco luchando con un paquete de galletitas, abruptamente el paquete se abrió y una galletita saltó hacia la libertad, rodó y tal vez por cansancio se echó a dormir a mis pies, la levanté y me acerqué al Flaco.

—Che Prande, se te cayó una sonrisa.

Y el Flaco se rió.

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